Por Rito Ramón Aroche
¿Poética?
En mi perenne búsqueda de sentido; motivado por la historia de nuestra infinita pregunta acerca del porqué –de nuestra existencia- y partiendo del principio conceptual de que el misterio verdadero es la vida misma (la existencia) y, luego de un accidente personal que me hiciera reconsiderar mi rol, mis objetivos e intereses como individuo y redefinir mis necesidades expresivas, he asumido hace algunos años una expansión de las fronteras del arte hacia terrenos propios de la filosofía, la antropología y la gnoseología en sentido general en mi trabajo; praxis que deviene en una practica de aprendizaje de eso que Humberto Eco llamó “pequeños fragmentos de verdad sobre la tierra, el cosmos, el nacimiento y la muerte” en mí.
Los trabajos (investigaciones), abordados tropológicamente por vía de lo simbólico, lo metafórico, son conceptualizados desde una espiritualidad cuasi ctónica, a la que se subordinan los procesos, los materiales y recursos todos que acentúan las privilegiadas fuerzas de que son portadores.
¿Cómo entiendes el proceso de creación?
Para mí el proceso de creación está muy ligado a mi concepto de libertad, emanado de mi autorrealización espiritual en el que el punto de partida es el libre ejercicio de mi experiencia interna –como posible base “metodológica”- y el control, el limite de los “órganos sensoriales externos”, el procedimiento definitorio en el ejercicio de las técnicas para una interpretación de las leyes del Universo a partir de mí mismo como portador de sus gérmenes. Un ejercicio de desintoxicación; una especie de exorcismo sin que medie practica liturgia alguna más que el propio proceso de creación. Priorizo mi intuición a mis oídos… y aun a mis ojos.
¿Cómo funciona la religión en tu obra?
Particularmente mi trabajo esta imbuido del pensamiento místico que rige mi concepción del mundo; de mi consciente vocación deísta y mi visión panteísta del universo. Opera, efectivamente, con recursos, instrumentos y procedimientos propios de tradiciones religiosas, pero más que con ninguna religión en particular, de forma no-militante, supongo que establezco compromisos éticos con la base de la Teosofía, o sea, con eso que han dado en llamar “religión de la sabiduría”, que no requiere gracia alguna ni fe ciega para creer porque es sencillamente conocimiento.
Mi trabajo no se plantea meras ilustraciones de arquetipos míticos, aunque yo me apropie de algún procedimiento de la magia imitativa y otros recursos que tienen que ver más con los principios alquímicos, con elementos Kabalísticos y lo esotérico en sí, en una interpretación de la identidad del mundo en mí. Instrumentalmente opero en las coordenadas del acervo simbólico occidental, pero desde una profunda vocación de religare, sí.
¿En este sentido cómo opera la información en tu práctica artística?
El dato o la información aportada por las diferentes fuentes que inciden en mis investigaciones, funcionan en el proceso de creación apenas como nutrientes en la formación de mi visión -trascendente- en relación al fenómeno tratado. Mi trabajo es autobiográfico; los cuestionamientos (y las posteriores investigaciones) nacen en, y son constantemente filtradas, por mi experiencia personal en el orden vivencial. Es de esta última de lo que mi trabajo nace y a lo que se resume en tanto testimonio. Las obras quizás son los restos, los detritus de ese exorcismus que es para mí el proceso artístico.
¿Cuáles son los recursos para que no se respire en tus obras aires de enajenación?
Mi trabajo parte en principio de esa «enajenación»; pero la subjetividad inherente a este tipo de propuesta, este dialogar interior (en una vía de trascendencia), lejos de estrechar mi mundo aporta cada vez más mundo a mi mundo, pues toda esa energía y toda fuerza provenientes de esta experiencia enriquecen mi basamento ético, moral y a su vez repercute en mi actitud en el ámbito político (social). Es pues un «individualismo» que me exige trascender la individualidad; paradójicamente, un «individualismo» trascendente que, al final, anula el ego en pos de Todos. La filosofía del diálogo de Martin Buber; esa visión Ich und Du pasa, en primer lugar, por reconocerte a tí mismo para poder abrirte y reconocer al Otro en su otredad y a Lo Otro. Sí, es algo que está en las antípodas de la «tecnofilosofía» contemporánea que encumbra al inmanente Dios «Yo» (TecnoDios).
Con respecto a América, a su pensamiento, a su conciencia…
Con Krichnamurti aprendí que el miedo siempre está ligado al sentido de posesión, al apego que entraña el hábito como acción guiada por el recuerdo, por la tradición y dominada por normas de pensamientos y deseos. Para intentar aprehender la vida -la existencia-, sus complejas contradicciones y lo desconocido en sí, que no es otra cosa que cada uno de nosotros mismos, es necesario que haya muerte y nuevo nacimiento a cada instante. De ahí que no me identifique con un americanismo que se afirma en una autoimposición del pensamiento periférico, que condiciona y obstruye el ser integral de toda nuestra naturaleza. Rito… “No hay occidente en el espíritu del hombre – escribió Martí alguna vez- sino que no hay más que norte coronado de luz”.
Yo pienso que exacerbar su presencia temática, cae antitéticamente en la misma posición que renunciar a su presencia activa. En este sentido América no constituye un modelo de referencia en la concepción de mis trabajos, sino y exclusivamente, vivo substrato. Es algo así como que América soy yo… pero también soy el resto del universo. Soy una metáfora de Dios -y no al contrario-.