Por Ernesto Benítez
En las décadas de 1990´s y 2000 mi obra discurre por diferentes etapas de investigación en torno a la existencia y al fenómeno de la percepción ligadas a una profunda preocupación ontológica por el individuo (el yo) siempre en relación con el medio y el otro. Durante este período exploro constantemente la difusa línea que separa lo real y lo virtual en la cibercultura para proponer una espiritualidad instrumental como tabla de salvación frente a la asfixiante dictadura del individualismo posmoderno globalizado y la extrema racionalidad iluminista heredada de la modernidad.
Durante el primer decenio del siglo, en concordancia con aquellos presupuestos conceptuales, continúo explorando los angostos resortes y las zigzagueantes aristas de una espiritualidad travestida y un individuo atomizado; continúo empleando los mismos procesos -como si de una liturgia de momificación egipcia se tratase-, las mismas estructuras simbólicas en mi discurso y prácticamente los mismos materiales derivados de la acción del fuego como agente de destrucción-renovación (cenizas de textos filosóficos u otros, carbón, arcilla, sal, etc.), pero desde el año 2010 hasta hoy, después de casi un decenio residiendo en Europa, mi praxis artística experimenta un punto de inflexión abriéndose a tres líneas de investigación -a veces paralelas, a veces interrelacionadas- que se mueven en torno a: globalización e identidad sesgada, memoria fragmentada y/o espiritualidad secuestrada, como evidentes rasgos distópicos de esta era líquida del post-individuo que se caracteriza por una constante lucha por modelar y controlar los flujos de información y/o monopolizar sus canales de distribución-difusión.
A partir del proyecto “Siete Días de Silencio” (que cubre un período de siete años: 2011-2018 e incluye numerosas series de obras) doy continuidad, como testimonio existencial, a esa exploración en torno a la hibridación del principio identitario en Occidente pero con una línea de investigación que pone especial énfasis no ya en las complementarias ambivalencias y en las antinomias, sino en el concepto de escisión como Herida Cultural –en lo social- y Psicológica –en lo personal-.
Partiendo de la inevitable condición de inmigrante, mi experiencia de interacción con la cultura de mercado y su tautológica mentalidad de acumulación y serialización serán filtradas a través de -y haciendo cada vez más espacio a- la influencia de mis fundamentos o bases culturales (quizás genéticas) en tanto sustratos de un pensamiento no-occidental (u occidental no-ortodoxo) en el sentido más espiritual. Con un discurso de apertura simbólica al infinito de todos los posibles en un intento de religare en términos antropológicos (especialmente psicológicos, sociales y culturales), mi propuesta estética pretende, desde entonces, –como la alquimia en su momento- canalizar, si esto fuera posible, aquellos sistemas o prácticas litúrgicas derivados de los propios procesos del arte en tanto herramientas de auto-recuperación, o auto-descubrimiento, en un mundo globalizado y excluyentemente polarizado, fragmentado, escindido.
Teniéndose el desarrollo tecnológico como principal exponente de la racionalidad cartesiana, esta línea de investigación se enfoca, en primera instancia, en una constante exploración en la historia del pensamiento dualista occidental (y su marcado carácter excluyente) en tanto genes culturales que gobiernan la extrema polarización categorial contemporánea y las fracturas de todo tipo que de ella se derivan: escisiones y fracturas en el ámbito social, cultural, político, científico-tecnológico e individual; pero sobre todo me inclino por explorar las escisiones o amputaciones del individuo en el ámbito emocional. En este sentido muchas de mis propuestas nacen y se alimentan de pequeñas historias de vida marginadas o proscritas por la Historia Oficial. Véanse los proyectos relacionados con el suicidio o, aquellos que emanan de la estigmatización social de la esquizofrenia u otros temas afines.
Pero no es la escisión (Herida Cultural) como mera percepción de una realidad binaria o polarizada (carente de complementariedad) lo que me motiva a enunciar las preguntas que esgrimo con mi praxis artística, sino las relaciones de poder que subyacen silenciosas y agazapadas en el seno de este modelo de pensamiento dualista, en el que otrora ondeaban las banderas del colonialismo y en el que hoy se construye y globaliza la lógica de dominación (entiéndase de la naturaleza, de género y un largo etcétera de súper y sub-alteridades). De modo que muchas de mis preocupaciones más acuciantes derivan, pues, en un constante cuestionamiento o escrutinio de la retórica cartesiana (“Herida Cultural” en sí misma) como marco de configuración teórico ABSOLUTO con el que solemos filtrar las experiencias humanas en esta parte del hemisferio.
En definitiva, desde hace varios años mi propuesta toda ha estado marcada por una apertura (procesual, estética y conceptual) al pensamiento analógico propio de tradiciones místicas (alquimia, misticismo cristiano, filosofía zen…) que opongo a la “nueva espiritualidad posmoderna” y toda su parafernalia litúrgica asociada al mercado y el multitasking propio del ecosistema digital. Utilizando sus propias herramientas tecnológicas, procuro un acercamiento sin complicidad que derive en constantes cuestionamientos y ponga en tela de juicio los valores cuasi distópicos de una cultura In-Door que se caracteriza por la ubicuidad (que no inmediatez) y nos somete hasta la inconciencia sumergiéndonos en los algoritmos de una virtualidad en la que, en ningún caso, se generan vínculos reales, pero con la que se puede rellenar la oquedad de todo tipo de carencia.
Desde el punto de vista formal produzco mi obra en múltiples medios: digital (con propuestas de NetArt que se mueven en la delgada línea que separa lo virtual y lo real, etc.), “pintura” en técnicas mixtas, instalaciones que intentan explotar el espacio en que se muestran (Specific Site), dibujo, collage, video, fotografía y otros soportes. Los materiales, muchos de ellos derivados del fuego -como ya he mencionado- y su acción directa (sobre contenedores de la Historia Oficial, el saber o el conocimiento en occidente) y los procesos empleados están especialmente dirigidos a hurgar en esa herida cultural; de tal modo que, como Heráclito, hoy más que nunca, creo que mi trabajo pudiera resumirse en muy breves palabras: me he buscado a mí mismo para entender y humanizar mi relación con el otro y con el medio.