Absurda Armonía de Estar
2007
Instalación cinética con sonido. 7 Metrónomos realizados en madera y metal con sistema eléctrico. Cada artefacto oscila con distinta cadencia generando un particular sonido. Arte Ambiental.
220 x 120 x 120 cm. cada pieza (Instalación de dimensiones variables)
Ver vídeo (Exposición en Galería La Casona)
Génesis Galerías de Arte. La Habana
Primer Acto: Armónica Intención de Estar
Absurda Armonía de Estar (Todos los Nombres de Dios) parte de una concepción del filósofo (el sujeto en búsqueda de sentido) como objeto filosofado. Frente a todo absolutismo, pretende erigirse en tanto espacio común de inserción; ámbito simbólico de inclusión y tolerancia, toda vez que sugiere un emplazamiento ideológico que trascienda la aversión entre los diferentes y se traduzca en un espacio de Relación Oppositorum, para la resolución de las antinomias del sentimiento: un espacio de participación en el mundo no-excluyente, sino abierto al infinito de todos los posibles; una obscura zona de convergencia y dialogo de potencialidades ideológico-culturales de origen diverso. Una cartografía, en fin, de la diversidad, encauzada desde la multivalencia y la pluralidad. La noción de armonía que propone esta obra (a partir del símbolo del metrónomo) remite al orden o disposición de los fragmentos del Todo; a la mezcla en su justa proporción de los diversos elementos de las partes que la componen. En tal sentido, los «relojes», perfectamente articulados, deben aportar apenas meras notas a la gran sinfonía espiritual. La música resultante alude a la Gran Armonía como la armonía de diversas individualidades ligadas a la unidad del fundamento. Una especie de inclusión de los muchos y acuerdo entre los discordantes.
Segundo Acto: La Realidad de Estar Siendo
La Realidad habla de negación, de monólogos y polarización. La realidad habla de opuestos mutuamente excluyentes. Entonces… cuando en un espacio de confluencia ideológica todos hablan al unísono, haciendo oídos sordos a lo que El Otro ofrece, en flagrante ejercicio impositivo del Yo, nuestros independientes soliloquios sólo generan ruido… un ruido ensordecedor.