Entrevista a Ernesto Benítez (XIII Bienal de La Habana).
Por Claudia Placeres Gómez
No dejaremos de explorar
y el fin de toda nuestra exploración
será encontrar el punto de partida
y conocer el lugar por primera vez.
T.S. Eliot
Poema “Little Gidding” en Cuatro Cuartetos
El peregrinaje creativo, la introspección y el silencio de Ernesto Benítez durante los últimos siete años se traducen en el renacer de su obra, lo que se sostiene en la decantación rigurosa de los preceptos que acertadamente lo han definido y los valores que lo compulsarán en lo adelante. Un alto en el camino para revisitarse y dialogar consigo mismo, poner en tela de juicio su discurso estético y reinsertarse, aprovechando el contexto de la XIII Bienal de La Habana, en un medio que, aunque distante por momentos, nunca le será ajeno.
CP: Al ver las obras seleccionadas para tu open studio constaté que dialogan en el espacio obras emblemáticas con algunas nunca expuestas. ¿Cuáles son los preceptos filosóficos y artísticos que te impulsaron a realizar esta selección?
EB: Entre 1990 y 2011 mi obra transita por diferentes etapas de investigación en torno a la existencia desde una preocupación por el individuo (el yo) en relación con el medio y el otro; investigaciones que a menudo aludían a las trampas de la percepción y el ámbito mediador. Aunque mi propuesta actual se ha visto influida por mis constantes viajes a Europa y las experiencias derivadas de mi inserción en el eufemístico “primer mundo” no me he apartado radicalmente de los presupuestos iniciales.
Hoy, en concordancia con aquellos presupuestos, continúo explorando los resortes y las diferentes aristas de la espiritualidad humana en plena posmodernidad. Continúo empleando prácticamente los mismos procesos -como si de momificación egipcia se tratara-, las mismas estructuras de analogías simbólicas y los mismos materiales; pero después de casi diez años en constante contacto con el viejo continente (cuna del pensamiento eurocentrista occidental), mi praxis artística se abre a nuevas líneas de investigación paralelas e interrelacionadas que no pueden obviar las nuevas realidades de la cuasi distópica era 2.0, digital o mal llamada “era de la información” (o del des-conocimiento), que se caracteriza por una constante lucha por modelar los canales y controlar los flujos de información.
Siendo así creímos que resultaba coherente, después de siete años de silencio, retomar algunas de las obras que mejor reflejasen mi posición estética en el momento que decidí comenzar aquel necesario retiro, para dibujar el puente que conecta con mi praxis actual.
CP: ¿Cómo se articulan el discurso que sostienes en las obras de tu open studio y los conceptos de la XIII Bienal de La Habana?
EB: La verdad, yo prefiero que sean mis obras las que hablen en ese sentido, pero pudiera asegurarte que en estos siete años mi trabajo, que parte de reflexiones y exploraciones en torno a: globalización e identidad sesgada, memoria fragmentada y espiritualidad secuestrada, como evidentes rasgos distópicos de esta era líquida del post-individuo, se ajusta perfectamente a las preocupaciones argumentales que inicialmente regían la convocatoria artística, aun cuando mi presentación ha estado al margen de las colaterales oficiales de esta Bienal. Sin embargo, en relación a la coherencia con esos presupuestos, lo que no he alcanzado a comprender del todo aun es, cómo se pudiera sustentar –de modo general- esta nueva concepción de la bienal misma bajo el paraguas de su propio slogan: La construcción de lo posible. He escuchado afirmar que esta es una bienal de resistencia, una bienal de integración, etc… pero lo cierto es que, en mi modesta opinión, el resultado final arroja, en primera instancia, una evidente fragmentación, fracturas diversas y desintegración. Sin mucho esfuerzo podemos percibir que estos presupuestos se encuentran cristalizados justamente en algunas de las bases teóricas que han dado al traste con la polarización social y la expansión del abismo cultural que constituye la globalización para los contemporáneos. Amén de su directa relación con la instauración de los grandes hegemonismos sobre los que iniciáticamente se pretende reflexionar con el evento. Me consta que artistas, especialistas, organizadores y curadores, entre otros, han trabajado con intensidad, con incuestionable rigor y sin escatimar esfuerzos, pero creo que, desde el punto de vista ejecutivo, la dirección de la bienal –o, a quien corresponda esta responsabilidad-, con una mirada extraviada, ha conseguido o ha terminado “construyendo”, de modo general, lo que otrora parecía “imposible”: una bienal desencajada de sus presupuestos teóricos. Entonces… ¿Cómo interpretar la coherencia con el tema central de esta XIII bienal? Prefiero dejar que el tiempo ponga las cosas en su lugar y que cada cual implemente sus propias claves interpretativas al respecto.
CP: ¿Cuál es el sustrato conceptual de este nuevo open studio?
EB: El sustrato se halla en el proyecto Siete días de silencio que, para decirlo de algún modo, es el proyecto de proyectos en que derivó mi reciente periodo de “retiro” y silencio. Llegó un momento en mi vida y en mi trabajo en el que necesitaba cuestionarme, escrutarme a mí mismo como individuo y como artista. Un cúmulo de concatenados incidentes me llevó, hace siete años, a realizar un stop para reevaluar algunos paradigmas y reconsiderar el camino emprendido. Siete días de silencio se convierte entonces en un proceso de reflexión y estudio. Inicialmente fue así de sencillo: un alto en el camino para reoxigenarme, pero el tiempo se fue extendiendo y los objetivos fueron incrementándose hasta decidir que me saldría temporalmente del juego en lo que a la realización de proyectos públicos se refiere. Puedo asegurar que ha sido un periodo muy fértil desde el punto de vista creativo y riquísimo en experiencias derivadas de mis sistemáticos contactos con Europa, sin perder el vínculo con la isla. Al final han sido siete años de silencio que, ciertamente “volaron” como si todo hubiera sucedido en apenas una semana.
Ab æternō, el título final de esta exposición, mostrada a propósito de la XIII Bienal de La Habana, es una locución latina que remite a algo que ha estado ahí desde mucho tiempo atrás y que se ha podido percibir desde la eternidad.
CP: ¿Fue intencional tu distanciamiento de la institución arte y el escenario artístico cubano durante todo ese periodo de tiempo?
EB: No puedo negar el desencanto y las muchas dudas que con frecuencia he experimentado respecto a la institución oficial del arte en Cuba, porque muchas veces, a pesar del tremendo esfuerzo de trabajadores, especialistas y curadores, no responde a meros intereses culturales… ni siquiera comerciales. A estas alturas tampoco esbozaré sorpresa alguna por su inestabilidad e ineficacia; eso no es nuevo, pero lamentablemente sí es evidente que desde hace un tiempo el país ha descuidado las galerías de sus circuitos oficiales y algunas de sus instituciones -a veces en manos de gente muy confiable, pero lamentablemente incapaz- por momentos dan impresión de naufragar a la deriva, en el mejor de los casos. Así, en este contexto, han nacido entidades privadas afines que se erigen como competencia y, con su óptima gestión, ponen en tela de juicio a muchas galerías oficiales que carecen de autonomía.
Es cierto que en su momento tuve amargas experiencias con algunas de estas instituciones oficiales, pero debo ser honesto: mi distanciamiento del escenario artístico fue el resultado de una necesidad estrictamente personal. Fue, a la vez, una ruptura y un reencuentro conmigo mismo. Como te comentaba: sí, fue un distanciamiento voluntario en el que, sin dejar de generar y producir obras o proyectos, sencillamente no los hacía públicos ni en Cuba ni en el extranjero. Las piezas resultantes de este proceso, más que nunca antes, son como los restos visibles de un periodo de desintoxicación y fueron asumidos como work in progres. El ciclo abierto con las distintas series comenzadas durante este lapso temporal no se ha cerrado en la mayoría de las investigaciones. Aun trabajo en muchas de ellas.
CP: ¿Continuarás con una visibilización en Cuba y el exterior? ¿Persistirá este discurso filosófico y estético en tu obra?
EB: Sí, desde luego. A finales de 2018 concluí el proyecto Siete días de silencio y desde comienzos de 2019 estoy trabajando, entre otras, en una serie de obras con fotografías tomadas en un monasterio de retiro medieval español que resume este periodo y que espero exhibir pronto en Cuba.
Mi intención es continuar mi línea discursiva desde esta inevitable vocación antropológica (centrada en lo psicológico, lo social y lo cultural), explorando diferentes vías para revalorizar el pensamiento llamado analógico y re-significar el discurso simbólico que la post-cultura digital o cibernética ha vaciado de toda connotación trascendental, si esto fuera posible.
Sabiéndome parte de la cultura InDoor, tal y como afirmo en el statement de la exposición Ab æternō, no renuncio a mi interés por desempolvar y resemantizar diferentes símbolos ya acuñados y legitimados -aunque cuasi olvidados- por la tradición occidental para enfrentarlos a los nuevos arquetipos y a la parafernalia litúrgica de la posmodernidad, en un intento por establecer una tensión constante de la memoria. De ahí que la fotografía, las propuestas efímeras, las acciones clandestinas, el environment, specific site installations o, el net art, entre otros, me resulten excelentes aliados para centrar la mirada en torno a la psicología del hombre ubicuo (omnipresente) en plena dictadura del “Like”.
Continuaré estas líneas de investigación hurgando en la herida cultural y explorando las escisiones y las fracturas de todo tipo que el hombre posmoderno exhibe como reliquias o trofeos de una batalla no librada. Una propuesta estética que asume nuestras propias debilidades desde prácticas litúrgicas y estructuras de pensamiento, cuyas bases epistemológicas se extienden más allá del inmanentismo, para enfatizar en una irrefrenable necesidad de religare.
Publicado en el portal de artes visuales Artcónica.com